Ex Convento de Capuchinas

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Querétaro, guarda inimaginables acontecimientos históricos, que cambiaron, el rumbo del país, eventos políticos, y sociales, han marcado, el estado y conocer sus leyendas, tradiciones, y cultura.

Su fundación, se aprobó el 18 de septiembre, de 1717, por el Rey, Felipe X.

Mariano de las Casas construyó, la enfermería del lugar

El Convento de Capuchinas , a decir de la placa que yace, a las afueras de lo que hoy, es el Museo de la Ciudad,

el lugar, se comenzó a construir, en 1721, a la llegada de las monjas Clarisas Capuchinas,

provenientes del Convento de San Felipe de Jesús, en la Ciudad de México.

Su fundación, fue promovida, por el Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien protagoniza uno de los pasajes, de las leyendas queretanas , donde se dice, que el Marqués, se enamoró perdidamente, de la hermosa monja Sor Marcela, quien le pidió abastecer de agua a la ciudad, y él, por el gran amor que le tenía , mandó construir el acueducto que por muchos años proporcionó el vital líquido , a los queretanos.

En 1864, las religiosas fueron enclaustradas, debido a las Leyes de Reforma, y en 1867, marca otra parte, de la historia de México,

El lugar, fungió como última morada, del emperador Maximiliano de Habsburgo.

Hoy, el lugar ha sido dividido, y en la parte de la esquina que hace las calles de, Hidalgo y Guerrero, se encuentra el templo de Capuchinas, que aún conserva reliquias de hace varios siglos atrás, después se encuentra, el Museo de la Ciudad, donde anteriormente, eran las oficinas del Partido Revolucionario Institucional, y, finalmente el Museo de la Restauración, que fue la parte que sirvió de acuartelamiento del Archiduque de Austria, y aún conserva la cama y algunos muebles de aquella época.

el lugar, registra un hecho de la “Gárgola Suicida” en 1745, cuando el templo de San Agustín. terminaba su construcción y una familia adinerada vivía frente al templo de Capuchinas, de la “Gárgola Suicida” . En 1745, cuando el templo de San Agustín, terminaba su construcción y una familia adinerada, vivía frente al templo de Capuchinas,

la hija, pasaba los días sentada, en el marco de una de las ventanas de su casa admirando el recién construido templo.

Recorría con la mirada , cada detalle del templo y lo contemplaba a placer mientras dirigía una silenciosa oración hasta llegar a la gárgola, que emergía sobre el pórtico, entonces apartaba la mirada y cerraba la ventana.

Se dice, que una tarde mientras, observaba como de costumbre apareció ante ella un apuesto joven y sus miradas se cruzaron intensamente.

Ella sintió un gran interés, por el apuesto caballero, y así transcurrieron varios días donde el enamorado la comenzaba a pretender pero ella rehuía a su mirada y cerraba la ventana.

La historia, se repitió por varios días, pero incluso cuando el joven, se acercaba a ella a declararle su amor, ella cubría su rostro con un fino pañuelo de encaje, y terminaba la conversación sin decir una palabra.

Desesperado, el joven decidió, cambiar su estrategia, se acercó a ella y le dijo, que no volvería a visitarla, pero que subiría hasta la gárgola, y si ella no agitaba su pañuelo para pedirle, que volviera, se lanzaría al vacío por el desconsuelo de no conseguir su amor.

Poco después, de cerrar su ventana, nuevamente, la joven volvió a buscarlo, y lo vio en la gárgola.

Preocupada, corrió a su cuarto a buscar su pañuelo, pero mientras lo hacía se escuchó un terrible crujido.

La enorme, gárgola de cantera, no pudo soportar el peso del joven y se fue abajo llevándose con ella al enamorado joven. Se dice, que la mujer, no pudo soportar ver a su amado, en medio del charco de sangre, y cerrando para siempre su ventana y viviendo con la culpa por la muerte de su gran amor